domingo, 1 de junio de 2008

2 fin a l e s

PRIMERA PARTE
Se tenía que ir, y se tenía que ir rápido.
La situación en esa casa no daba para más.
Somos muchos y nos conocemos demasiado o nos conocemos mucho y nos queremos matar mucho más.
Gabriela se sentía ahogada.
Para empezar el día, su taza para tomar té con leche en manos de Matías.
Todas las benditas mañanas desde que el colorado se mudó a la casa tomó café, café solo, café negro y con sacarina en la taza, su taza para té con leche.
Y seguía.
Mauro y Karina. La irritaban tanto, despertaban en ella su peor fobia: encontrarse pensando como su madre. En cuanto se escuchaba decir esto no es un hotel Gabriela entraba en pánico.
Y peor.
Marlene, que desde que Fabio la había dejado a cargo, caminaba con aires de no sé que y se la pasaba tirada en bolas en el patio. Y desde ahí gritaba dando ordenes.
Y todo a ella, todo directo, sin escalas, todo, siempre todo a Gabriela. Que traeme soda, lava las medias, sacá la ropa, tocaron el timbre; que dejame de joder era lo único que Gabriela podía pensar. Pero no le quedaba otra, o al menos trataba de convencerse de que no le quedaba, porque las soluciones extremas son decisiones difíciles y Gabriela evitaba las cosas difíciles como nadie.
Pero un día no tuvo más remedio.
Incentivada en el desayuno por su taza de té con leche corrompida en sus narices y convencida del todo por el grito de anda a comprar más pan de la nudista del patio, subió a su habitación y sacó de abajo de su cama el baúl grande.
En el fondo no quería, o si quería pero la forma no le gustaba.
Con el envión del incentivo de sus compañeros abrió el candado y sacó las primeras cosas acelerada. Hizo una pila desprolija sobre la alfombra.
Cosa que salía del baúl, duda que entraba en la cabeza de Gabriela.
Quería irse y quería irse ahora. Y sí, esa frase funcionó como segundo incentivo.
Y así entre frenadas y enviones llegó a la caja de lata al fondo del baúl.

UN FINAL
La abrió entusiasmada (venía con fuerza, una frase en su cabeza había logrado dispersar la duda por unos instantes).
Y ahí estaban; entre collares, prendedores y algunos anillos se conformaba el tesoro de la abuela. Su abuela, la que la quería siempre, la que no le pegó nunca, la que la dejaba jugar y la que la había defendido toda la vida.
Y separó algunas cosas. Y devolvió otras que había separado porque no era justo; porque ese anillo a su abuela le encantaba y ese prendedor lo usaba siempre y la ponía contenta.
Pero después se convencía de que a lo mejor su abuela lo hubiese querido así. Así que separaba los anillos y los collares otra vez.
Y entre idas y vueltas se encontró caminando por la calle y casi sin darse cuenta ya estaba hecho.
Y listo.
Con esa plata se fue, se mudó y se compró un departamento.
Y debería ser feliz.

OTRO
La abrió entusiasmada (una frase en su cabeza había logrado convencerla del todo).
Y ahí estaba, la nueve milímetros que su abuelo le había dado cuando se vino de San Nicolás para la capital; la gente de la ciudad es rara y uno nunca sabe, hay cosas que son inevitables le había dicho el viejo o tal vez lo de hay cosas que son inevitables lo había agregado ella.
Tomó a su nueva aliada con fuerza y bajó a toda velocidad.
Primer objetivo el contaminador de tazas ajenas. Lo encontró, para su deleite, con las manos en la masa.
Debería dudarlo, pero no, no tuvo la menor duda.
Y pasó a mejor vida el colorado.
Ni por el ruido se inmutó la pareja de inútiles.
Tirados en la cama a las tres de la tarde, es como si les hiciera un favor. Primero él y después ella.
Y lo mejor para el final.
Salió al patio, ahí estaba: la degenerada.
Y como buena dictadora la miró a la cara y le dijo dejá eso. Y más ganas le dieron y menos remordimiento tuvo (en realidad no sintió culpa ni ahí ni nunca).
Y listo la gorda estaba muerta.
Y Gabriela debería tener miedo, pero no.

1 comentario:

Anónimo dijo...

uhhhhhhhhhhhhhhh!! enloqueciste del todo Barreda!!! Pero me gustó más el primer final...con lo de "y debería ser feliz"...lo dudo, el problema no son los demás, es eshaaaaaaaaaaaaaa.