jueves, 16 de octubre de 2008

Negocio f a m i liar

Negocio familiar; había empezado allá por la década del treinta.
Pasó del padre al hijo y del hijo a sus tres varones.
Hoy los Ruggero manejan la funeraria de la calle Armenia.
Entre los tres suman más de setenta años tratando con muertos; muertos ajenos, desconocidos (para mantener una salud mental razonable habían ubicado la funeraria estratégicamente lejos, bien lejos del barrio).

El lunes bien temprano sonó el teléfono.
Una tragedia porque era grande pero no tanto.
Para robarle dos mangos te das cuenta? Como estamos, es una cosa de locos.
Y Paco, el Ruggero del medio, hablaba por teléfono con desconfianza. Porque solo para contarle que mataron al viejo del kiosco no lo llaman a las ocho de la mañana.
Queremos lo mejor y se nos ocurrió llamarlos.
Y sí, no solo hay que lidiar con un muerto propio, porque al viejo del kiosco le compraban desde que son chicos, sino también hay que estar listo porque se viene el mangazo.
Y entre que era un pobre hombre, que lo mataron, que dejó una viuda, dos hijos y cuatro nietos, que lo conoces de toda la vida, tan bueno que era; uno no se puede negar.
Y si le bajas un veinte por ciento, se lo dejas a la mitad. Y si se lo dejaste a la mitad, a ustedes que les va tan bien, se lo regalaste: el servicio, el cajón y las flores.

Paco cortó el teléfono y reunió a los otros dos.
El gordo estaba loco de ira.
Hablan con vos porque sos el blandito pero si atendía el teléfono ni las flores más chiquitas le regalaba.
A Esteban le preocupaba más el muerto.
Lo van a traer acá entonces?
Y sí, como siempre, lo traen, lo maquillan, lo visten y cuando esta todo listo lo llevan.
Yo no lo visto ni lo maquillo.

A las cuatro llegó el viejo.
Entre los tres lo llevaron a la camilla del fondo.
El gordo estaba negado.
A Esteban lo de la plata no le preocupaba tanto, él no quería saber nada con el viejo.
Lo miro y siento que me va a gritar por no tener cambio, yo no lo toco.
Y Paco, el supuesto culpable, el flojito para lidiar con viejas viudas, es el hermano administrativo; administrativo o inútil a la hora de lidiar con el cadáver.

Tiene que estar listo en una hora y media.
Llamar a alguien más para que lo haga es imposible, porque habría que pagarle.
Hacerlo gratis ya es una barbaridad, perder plata no es una opción.

El gordo se fue temprano, agarró sus cosas y cerró con portazo y una puteada por lo bajo para el tarado este que nunca sabe decir que no, que decí que somos hermanos y alguna otra cosa que no se llegó a escuchar.
Esteban caminaba de lado a lado. Se prendió un cigarrillo, lo fumó en dos segundos y se decidió.
Si el gordo se va, él se va.
El viejo me pone nervioso.

Paco estaba solo. Toda su vida en la funeraria y nunca presto atención al procedimiento. No tenia idea. Intento moverlo, el viejo pesaba una tonelada. Quiso llamar a Estaban y nada, el gordo lo atendió pero no lo dejo hablar; le gritó un poco y cortó.
Cansado se sentó en su escritorio. Estaba decidido a encontrar una solución, porque no podía lidiar con viejas amarretas pero al menos no era un chancho sacado ni una gallina de cuarta, porque no sabrá mucho de cadáveres pero bien que sin él la funeraria se vendría abajo; y ahí se convenció: el hermano administrativo, por lógica, es el hermano inteligente.

Lo que pasa es que usted no sabe como es esto, cuando superan los sesenta es otra cosa.

El regala funerales convenció a la viuda. Y el viejo del kiosco tuvo su ceremonia, sin ropa ni maquillaje pero con un cajón bien elegante, cerrado.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

a ese funeral fue Stella Maris...a moco tendido

L dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
L dijo...

actualizá toy