jueves, 8 de mayo de 2008

el V i e jo

Se sentó en el sillón de la entrada. Paraguas en mano y caja de herramientas en la otra, esperaba que el taxi lo viniera a buscar.
Miró su reloj seis veces y bostezó otras cuatro. Contempló el cuadro a su derecha poniendo especial atención en el detalle de las cintas amarillas del grupo de niñas vestidas de uniforme paradas en el fondo de la escena.
El mayordomo salió apurado de la cocina con una bandeja. Tropezó con el paraguas del señor que esperaba en el sillón y cayó al suelo.
El vaso de Whisky se hizo añicos, la caja de metal, que alguna vez había sido de caramelos ácidos y funcionaba como pastillero, se había abierto de par en par dejando escapar las treinta y un pastillas de colores por el hall de entrada.
El señor que esperaba se inclinó en el piso dejando ver su ropa interior de rayas rojas y azules y recogió las pastillas que estaban a su alcance. Tomó cuatro de las grandes y siete de las capsulas, esas que suelen ser de dos colores pero en este caso eran blancas.
Por la puerta corrediza que da al comedor apareció Matilde. Cuando vio el vaso puso el grito en el cielo. Acto seguido tomó un plumero pequeño del cuarto cajón de la cómoda junto al sillón de la entrada, no del lado del cuadro de las colegialas sino del otro, y se puso a plumerear los escalones, los primeros tres, en donde las partículas de vidrio del vaso habían llegado.
Después de la escena, que vi asomado de entre las barandas, volví a mi habitación que tengo hace dos meses; la anterior, al fondo de este pasillo justo frente al baño de azulejos verde agua, me había cansado. Dormí en ella más de dos tercios de mi vida, y la cama al ser de dos plazas me resultaba fría. Además la ventana da a Montevideo y el ciento dos que pasa cada veinte minutos puede ser muy molesto de noche.
Como le decía doctor, regresé a mi habitación después del espectáculo.
Eran las cuatro y treinta siete de la tarde cuando finalmente me di cuenta que tengo un grave problema.
No retener el nombre del plomero es una cosa, pero olvidar el del mayordomo es, sin lugar a duda, una señal de que mi memoria esta fallando.

1 comentario:

Anónimo dijo...

me gustó mucho...inesperado