viernes, 16 de noviembre de 2007

B e t o (Tercera y última parte)

El tercer piso era una habitación amplia sin ventanas, con un espejo cerca de la puerta y una lámpara de pie algo deteriorada. Una cama desecha y un escritorio revuelto eran indicio de que alguien la habitaba. Beto observaba desde la puerta desilusionado, hasta que descubrió algo inquietante. Sobre el escritorio creyó ver uno de sus cuadernos, uno de los tantos que llevaba y traía todos los días desde el estudio del que esa mañana se había dado por despedido. Se acercó al escritorio para asegurarse; tomó el cuaderno, que efectivamente era del estudio, y revolvió los papeles: sus papeles, sus escritos, sus cuentos, sus anotaciones. La puerta se cerró de un golpe: estaba atrapado.
Alarmado Beto recorrió la habitación, una habitación que creía no haber visto nunca, pero que, según sus objetos, habitaba desde hace años. Sus libros, su ropa, todo lo que le pertenecía estaba allí. Intentó abrir la puerta, imposible. La desesperación lo invadía, tenía pánico. Intentando tranquilizarse y creer que se trataba de un mal chiste, tomó algunos libros y se sentó en la cama dispuesto a pasar el mal rato.
Eligió uno de Wilde y leyó en voz alta el primer capítulo. Al dar vuelta la página se encontró con una foto, un recuerdo de un verano en la casa de sus padres en La Plata. La tomó en sus manos esperando encontrar su retrato en el patio. Pero no, parado junto al geranio se encontraba el ente, la persona indescifrable que lo había arrastrado hasta esa habitación, el sujeto extraño de la parada del sesenta y siete. Beto gritó.
Aturdido se levantó de la cama. No podía entender lo que estaba pasando. Pedir ayuda era imposible, se encontraba dentro de una casona antigua casi invisible para la ciudad. Se dirigió hacia la puerta con la esperanza de abrirla y allí comprendió lo que sucedía. Como en la foto, no se encontró con el Beto que creía conocer: unos veinticinco años, pelo engominado y un rostro sin ninguna expresión lo miraban desde el espejo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

HONESTIDAD BRUTA: me parece que no lo entendí del todo...